“Cuando los maestros esperan que los estudiantes rindan más, generalmente lo hacen.”
— Robert Rosenthal & Lenore Jacobson
(Pioneros del estudio del efecto Pigmalión en la escuela)
Creer en alguien puede cambiar su historia. Y también la tuya.
El efecto Pigmalión, esa poderosa idea de que nuestras expectativas moldean realidades, cobra un sentido radical en la escuela. Creer en los estudiantes no es solo un gesto de buena voluntad: es una acción transformadora.
Cuando esperamos que un niño aprenda, que una joven mejore, que un curso difícil puede cambiar, estamos sembrando posibilidades.

Valentina y la semilla de la confianza
Una vez tuve una estudiante que se llamaba Valentina. Estaba en cuarto medio, era rebelde, llegaba tarde, evitaba arreglarse, era impertinente con los profesores. Muchas veces pensé que solo estaba cansada o desmotivada.
Poco a poco empecé a quedarme con ella después de clases, al principio sin mayor intención, solo para hablar de música, de su fin de semana. Me llamó la atención una vez que usó una polera de una banda de rock que yo también escuchaba. Empezamos a hablar de discos, canciones. Incluso llevó su guitarra y compartimos un momento musical al terminar la clase.
Nunca hablamos de notas ni de contenidos escolares. Solo nos escuchamos.
Y en ese espacio sin presiones, algo cambió.
Comenzó a llegar más temprano. Se arreglaba más. Se sentaba adelante. Participaba.
Valentina luego me contó que había pensado en quitarse la vida. Me lo reveló en una carta que me entregó el último día de clases, llorando sobre mi hombro. Había atravesado una relación fallida, conflictos familiares, un profundo dolor interior. Pero se sintió escuchada. Se sintió vista.
Y eso —creo— le dio fuerza.
Creí en ella sin saber todo lo que llevaba dentro. Y eso fue suficiente.
“Los estudiantes se convierten en aquello que sus maestros esperan de ellos.”
— Rosenthal & Jacobson
El liderazgo también necesita creer
Este fenómeno no se limita al aula.
También los equipos necesitan líderes que crean en ellos.
Personas que vean más allá del cansancio, más allá del error.
Un buen liderazgo no se impone, se construye a partir del vínculo.
Y eso parte por confiar.
Por tener fe incluso cuando los resultados tardan. Por acompañar sin exigir perfección inmediata.
Muchas veces nos toca liderar sin claridad, sin certezas, sin resultados a corto plazo.
Pero ahí es donde el liderazgo se prueba: cuando hay que creer primero, para ver después.

Creencias que transforman: del aula a la comunidad
El efecto Pigmalión tiene sentido en la familia, en los proyectos sociales, en cualquier espacio humano.
Las expectativas no son solo pensamientos: son actos emocionales que dejan huella.
Cuando alguien cree en ti, algo dentro de ti empieza a responder.
Ese pequeño cambio en el relato interior es poderoso.
Es como si una nueva narración comenzara a escribirse en tu voz. No la que otros escribieron por ti, sino la que por fin te atreves a decir.
“Trata a un ser humano tal como es, y seguirá siendo lo que es. Trátalo como puede llegar a ser, y se convertirá en eso.”
— Goethe
Liderar es bajar del Olimpo
El desgaste, el cansancio, la desconfianza institucional o la rutina… todo eso nos endurece. Nos aleja. Pero liderar de verdad exige bajar del Olimpo.
Estar donde las personas están.
Mirarlas con humanidad. Escucharlas sin apuro.
Eso no debilita el liderazgo. Lo vuelve invencible.
Porque las personas no siguen títulos, siguen a quienes las hacen sentir vistas, valoradas, reconocidas.

Creer, incluso cuando cuesta
No siempre sabremos a quién tocamos con nuestras palabras.
Ni cuánto bien puede hacer una sonrisa o una conversación después de clase.
Pero cuando decidimos confiar, cuando apostamos por alguien… abrimos un camino.
Y cuando alguien se siente sostenido por esa creencia, puede levantar su vida entera.
La creencia sostenida puede ser la primera semilla del cambio.
Y si esa semilla germina en el alma de alguien, entonces tu liderazgo, tu rol o tu presencia, habrán valido completamente la pena.