La fatiga del proceso: por qué avanzar también cansa

“A veces no es que estemos estancados: estamos simplemente agotados de avanzar”.

¿Alguna vez te ha pasado? Todo parece estar marchando. El proyecto avanza, tu trabajo rinde frutos, estás cumpliendo objetivos. Y sin embargo… estás cansado. No es que estés mal. Es que estás vaciado. El avance también agota, aunque no lo reconozcamos con la misma legitimidad que cuando hablamos del cansancio por fracaso.

Vivimos bajo la idea de que el progreso siempre se siente bien, como si cada escalón subido viniera con confeti emocional incluido. Pero no es así. Avanzar también implica desgaste: concentración, decisiones, tensión sostenida, exposición, responsabilidad, velocidad. Crecer puede doler, no por lo que dejamos atrás, sino por todo lo que ahora cargamos en los hombros.

Cuando lograr te desgasta

No hay muchas palabras en el mundo laboral o académico que legitimen este tipo de cansancio. ¿Cómo vas a estar agotado si todo está saliendo bien? ¿Cómo explicar que incluso alcanzando tus metas puedas sentir un dejo de vacío o necesidad de detenerte?

“Lograr no significa estar listo, ni sentirse pleno. A veces significa simplemente haber sobrevivido al proceso.”

Necesitamos reivindicar el derecho a cansarnos incluso cuando las cosas marchan bien. No porque seamos débiles, sino porque somos humanos. El compromiso prolongado también fatiga. El entusiasmo constante es una expectativa peligrosa. Todo proceso, por exitoso que sea, requiere pausas, ajustes, silencios y reconexión.

El ruido de lo que funciona

El peligro de este tipo de cansancio es que se enmascara. Como todo parece estar bien por fuera, es difícil pedir ayuda o parar. Te repites que debes estar agradecido, que otros desearían estar en tu lugar. Y sí, probablemente sí. Pero eso no niega tu experiencia.

Estás haciendo más de lo que solías. Estás resolviendo, coordinando, dando el paso extra. ¿Y quién te sostiene mientras tú sostienes todo? ¿Quién valida tu agotamiento cuando no hay una “crisis” visible?

“No sólo nos rompe lo que no funciona. También nos desgasta todo lo que funciona sin descanso.”

La cultura del rendimiento sin pausa

Muchos de nosotros hemos crecido dentro de un discurso que celebra el sacrificio y mide el éxito por la productividad. Lo internalizamos al punto de sentir culpa cuando descansamos. Creemos que pausar es perder ritmo, y que bajar la guardia es arriesgar el terreno ganado.

Pero el verdadero riesgo no está en detenerte un momento. El riesgo real está en avanzar sin alma, sin cuerpo, sin ganas. En quedarte sin ti en el proceso de seguir adelante.

Volver a nosotros

Quizás por eso muchas veces necesitamos perder el foco para reencontrarlo. Necesitamos el silencio, el ocio, el cuerpo quieto. No porque seamos flojos, sino porque ya dimos demasiado. Porque dimos lo que teníamos… y también lo que no.

“No todo cansancio se cura durmiendo. Hay fatigas que sólo se curan reconociendo lo que dimos y por qué lo dimos.”

Volver a nosotros es un acto de liderazgo. De autoliderazgo. No se trata de dejar todo tirado ni de abandonar nuestros sueños. Se trata de permitirnos también la ternura del descanso, la lucidez de parar y la dignidad de cuidar de quien carga con todo: tú.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos requeridos están marcados *