Friedrich Hayek no fue un pedagogo ni un planificador curricular. Fue un economista, jurista y pensador social, crítico de los sistemas que concentraban demasiado poder en pocas manos. Y sin embargo, sus ideas tienen una aplicación directa, urgente y potente en la educación. Específicamente, en el modo en que diseñamos lo que se enseña, cómo se enseña y quién lo decide. Hayek sostuvo que el conocimiento está disperso, que nadie lo posee todo y que, por lo tanto, cualquier intento de planificar desde arriba sin escuchar a quienes están en el terreno está condenado a la rigidez y al fracaso. Esa es, palabra por palabra, la descripción del currículo escolar chileno.
¿Desde cuándo se instaló esta lógica?
Desde que confundimos amor con sobreprotección. Desde que convertimos al niño en el intocable sagrado, al profesor en un servidor complaciente, y al colegio en una empresa que “debe adaptarse al cliente”. Pero la educación no es servicio al cliente, al menos no de ese modo, únicamente. Es una responsabilidad mutua, una alianza entre hogar y escuela. Y cuando una de las partes asume el rol de juez supremo, la relación se rompe.
Lo que Hayek diría del currículo nacional.
Desde 1996, Chile opera con un currículo nacional que, aunque ha sufrido ajustes, sigue siendo un modelo centralizado: el Ministerio decide qué se enseña, cuándo y cómo. ¿El resultado? Poca flexibilidad para adaptar contenidos a realidades locales, a proyectos educativos particulares o a cambios sociales más rápidos que el Estado. Hayek nos advertiría sobre esto. Un sistema tan estructurado, que impone una visión única del conocimiento, limita la innovación, ahoga a los docentes y reduce la autonomía pedagógica a la simple obediencia.
Tabla comparativa: Modelo chileno actual vs. modelo inspirado en Hayek.
Hay padres que justifican agresiones, faltas de respeto, incluso delitos.
DIMENSIÓN
MODELO CENTRALIZADO
MODELO DESCENTRALIZADO
1
Toma de decisiones
Desde el Ministerio de Educación y agencias estatales
Desde comunidades escolares y gobiernos locales
2
Asignación de recursos
Distribución uniforme basada en criterios nacionales
Asignación flexible basada en demandas y contextos
3
Currículum escolar
Diseñado centralmente por el Mineduc
Currículum base nacional + ajustes locales significativos
4
Evaluación de resultados
Estándares comunes y pruebas nacionales (SIMCE, PAES)
Evaluaciones diversas, locales y contextualizadas
5
Participación ciudadana
Limitada; canales formales poco influyentes
Alta; familias, docentes y actores locales participan
6
Adaptación a contextos locales
Poca flexibilidad para realidades regionales
Alta; permite enfoques pertinentes cultural y territorialmente
7
Innovación educativa
Baja; innovación restringida por regulaciones
Alta; estimula competencia e incentiva nuevas prácticas
8
Responsabilidad y rendición de cuentas
Difusa; difícil identificar responsables por resultados
Clara; mayor autonomía exige mayor rendición de cuentas
Pretender que un grupo de expertos puede saber mejor que miles de personas distribuidas lo que es relevante, es un acto de arrogancia epistemológica. Así de simple, y así de claro.
Ejemplos concretos del currículo chileno.
Hilemos algo más fino.
Ejemplo 1: Lenguaje y Comunicación (1° Medio) El currículo establece que los estudiantes deben leer obras del canon hispanoamericano. Esto excluye de forma implícita muchas narrativas locales, contemporáneas o interculturales que podrían tener mayor relevancia para los estudiantes en regiones como La Araucanía o Magallanes.
Ejemplo 2: Historia y Ciencias Sociales (8° Básico) Se exige un abordaje uniforme del proceso de independencia, sin considerar que en algunos territorios la identidad local podría dialogar mejor con enfoques desde la historia regional.
Ejemplo 3: Educación Física (Enseñanza Media) El currículo nacional está basado en estándares urbanos, ignorando las formas de actividad física propias de contextos rurales, como la equitación, el trabajo con animales o las caminatas prolongadas. En un modelo inspirado en Hayek, cada establecimiento podría tener libertad para proponer un enfoque que se ajuste a su contexto, con un marco nacional como orientación general, pero no como camisa de fuerza.
Planificación central: cuando la educación está a merced del gobierno de turno.
Hayek desconfiaba de los sistemas que concentraban poder precisamente porque estaban expuestos a los caprichos de quienes llegaban al poder.En educación, esto se traduce en: cambios de currículo según la ideología del gobierno, reformas que duran un par de años y luego se abandonan, y una sensación de que nada tiene continuidad. El resultado no es sólo desgaste institucional: es una infancia que crece sin una línea clara de formación.
El currículo escolar chileno necesita una revolución silenciosa. No una que venga desde arriba, sino una que nazca desde las comunidades educativas hacia el centro. Hayek no nos enseña qué enseñar. Nos enseña cómo pensar el sistema para que nunca dejemos de innovar. Si de verdad queremos que la educación forme ciudadanos libres, responsables y creativos, debemos partir por dejar de imponer desde la torre y comenzar a construir desde el terreno.
Porque el conocimiento no se impone: se descubre, se comparte y se adapta.