El que no aporta, que se vaya: el costo estructural de tolerar la mediocridad en la educación
La educación ha sido, equivocadamente, tratada como un territorio de inmunidad: donde el mérito no se mide, donde los errores se tapan y donde el mal desempeño se tolera en nombre de una falsa estabilidad. Pero la estabilidad sin excelencia es apenas resignación maquillada. Y en educación, resignarse es traicionar.