El alma perezosa: cuando la comodidad anestesia la vocación

¿mediocridad? es algo más que eso

¿Y si no es miedo, sino flojera del alma?

¿Desgano, falta de motivación; apatía espiritual, emocional?

Mucho se habla del miedo como obstáculo para avanzar.
Poco se habla de la pereza existencial, esa forma lenta de apagar el deseo, de matar el ímpetu sin un solo disparo.
No es que no sepamos lo que hay que hacer.
Es que ya no nos importa lo suficiente.
Y cuando la voluntad se deshilacha, lo que queda es un yo apagado, funcional, correcto… y vacío.

“Los hombres no se pierden por falta de conocimiento, sino por falta de voluntad.
—Blaise Pascal

La zona de confort como cárcel invisible

No duele. No abruma. No molesta.
Es apenas un murmullo que dice: “estás bien así”.
Pero ese bien así no transforma nada. No impacta.
Solo mantiene. Conserva. Prolonga.
Y en esa prolongación se pudren talentos, se arrugan sueños, se duerme el carácter.

Our Story

¿Cómo luce un alma perezosa?

No es la del que no hace nada.
Es la del que hace todo… pero sin ardor.
Cumple, pero no inspira.
Aconseja, pero no se cuestiona.
Dirige, pero no se mueve por dentro.
Una pereza del alma puede estar vestida con corbata o con bata blanca.
Puede tener agenda llena y aún así estar vacía.

¿Hace cuánto no te preguntas si eres feliz?
¿Hace cuánto no lloras de emoción por algo que hiciste bien?
¿Hace cuánto no te sientes orgulloso de ti, sin un pero?

Cuando el alma entra en modo ahorro de energía, deja de hablar.
Y su silencio se disfraza de paz.
Pero no es paz. Es resignación.

¿Por qué nos dejamos adormecer?

Porque duele menos que enfrentar lo que sabemos.
Porque mover el alma exige incomodarse, fallar, exponerse.
Porque hay un placer siniestro en vivir a medias: nadie espera demasiado de ti, ni tú mismo.
Nadie crece sin duelo. Nadie se transforma sin desobedecer una parte de sí. La incomodidad no es el enemigo. Es la alarma que dice que estás a punto de vivir algo real.
Cambiar no es volverse otro.
Es reclamarte a ti mismo.

“La peor desgracia no es morir, es no haber vivido nunca con coraje.
—Fernando Savater

El alma no muere de golpe.
Muere de tibieza.
De postergar lo que ama.
De esperar que el sentido venga solo, cuando en verdad siempre ha estado esperando por ti.

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