Gestionar con juicio: recursos, decisiones y futuro educativo

con racionalidad estratégica se puede transformar la escuela

Pensar el recurso como oportunidad: un acto de liderazgo, no sólo de administración.

No se trata solo de cuánto tienes, sino de cómo lo piensas, cómo lo priorizas, y cuánto amor y criterio cabe en tus decisiones.

La gestión de recursos en instituciones educativas no es un problema de Excel. Es una cuestión de visión, de sentido, de saber para quién estamos haciendo lo que hacemos. Quien crea que administrar una escuela es solo mover partidas o justificar gastos, no ha entendido nada. O peor aún: ha olvidado que lo que se juega detrás de cada peso, de cada sala sin calefacción, de cada hoja mal impresa, es la dignidad de la educación misma.

Este artículo no busca idealizar la gestión ni maquillarla con frases motivacionales. Busca, más bien, ser un punto de partida. Un golpe suave en la mesa para quienes están comenzando a pensar en los recursos como algo más que dinero: como posibilidades, como señales, como responsabilidad ética.

La mirada equivocada: cuando el corazón manda sin juicio

En muchas escuelas se actúa desde la urgencia emocional. Se pide una impresora para un profesor “que ha dado tanto”, se aprueba un paseo “porque los chicos lo merecen”, se reparten libros sin evaluar su uso… nadie duda del amor. Pero el amor sin estrategia a veces perjudica más de lo que ayuda.
No se trata de endurecer el alma: se trata de ampliarla. Porque una mirada juiciosa, racional, bien informada, no es fría. No, es valiente. Es esa que es capaz de decir “no ahora” para decir “sí” con fuerza más adelante.

Lo urgente y lo importante: la ley silenciosa de lo que queda

Una buena gestión comienza con una pregunta incómoda: ¿Qué dejamos fuera para que lo que queda tenga impacto? No hay recursos infinitos, y quien administre creyendo que puede satisfacer todas las necesidades está condenado al desgaste… o a la incoherencia.

El principio es este: cuando se atiende lo mayoritario con inteligencia, se protege también a la minoría. Si se mejora el baño general, se beneficia a todos. Si se invierte en formación docente, se eleva el aula. Y si se escucha a tiempo, muchas veces ya no hay que “salvar” nada.

Recursos no son solo “cosas”

Hay un error frecuente en los equipos directivos: pensar que los recursos son solo materiales. Pero hay recursos invisibles, estratégicos, decisivos: el tiempo del equipo, la energía emocional, la reputación de una institución, la confianza del entorno.
Invertir bien no es solo comprar. Es decidir con claridad en qué vale la pena agotar nuestras fuerzas. Y eso solo se logra cuando hay foco, convicción y visión de futuro.

Autores, prácticas y sentido común: cuando se alinean, hay transformación.

Cuando la teoría no se queda en los libros y el sentido común no se disuelve en la rutina, la gestión educativa comienza a tener alma y dirección.

Autores como Henry Mintzberg, John Kotter o incluso Michael Fullan han insistido en que ninguna gestión es efectiva si no está conectada con la cultura institucional y con la comprensión real de los procesos humanos que sostienen a una organización.

La gestión de recursos no puede estar desligada del liderazgo. Porque no basta con tener buenos instrumentos; hay que saber leer el momento, el clima, la comunidad. Y sobre todo: hay que saber sostener la presión sin traicionar el propósito. No hay educación sin juicio.

Este artículo podría ser mucho más técnico, más académico; más frío.
Pero prefiero decirte esto: si estás en el mundo de la educación, vas a tener que tomar decisiones. Muchas veces con poca información. Muchas veces con miedo. Pero si te dejas llevar solo por el corazón, puedes terminar dando a todos un poco… sin darle lo necesario a nadie.
Y eso, en educación, es fallarles a los que más necesitan.

Gestionar recursos no es elegir entre gastar o ahorrar. Es aprender a mirar con humildad, actuar con coraje y decidir con el alma despierta. Porque educar sin criterio es romantizar la pobreza. Y eso no lo podemos permitir.

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