Scroll Top

La importancia de callar: un árbol que crece en silencio

En la soledad se halla, lo que muchas veces se pierde en la conversación.
Olivia Sabuco
(1562-1622) Filósofa y médica española
Manejar el silencio es más difícil que manejar la palabra.
George Clemenceau
(1841-1929) Médico, periodista y político francés

Cuando niño tenía por costumbre subir a un bus y dar vueltas por donde quiera que el bus me llevara. Desde la ventana miraba a la gente que caminaba, al igual que muchos en estado de extrema contemplación, me figuraba el sentido de sus vidas y las motivaciones que habían detrás de sus pasos. Veía a la gente esperando en el paradero e imaginaba qué bus tomarían, a dónde irían. 

El silencio, la quietud y el paisaje me servían de compañía en un mundo que, hasta entonces, prescindía de los smarthphones. Hoy, el panorama es irremediablemente distinto. Estruendoso y acompasado marcha el mundo moderno, la velocidad de la vida crea una percepción extrañada de los acontecimientos y fenómenos, pero también de las personas; nuestros propios sentimientos los vivimos en frecuencias difusas y lejanas.

El mal de este siglo es, sin duda, el no detenerse. Detenernos conlleva a fallar deliberadamente, en apariencia, siendo dueños tan sólo de retazos de realidad de una vida que nos sucede sorpresivamente. No detenernos acrecienta el rango de equívoco. ¿Cuánto de esto es cierto?

Callarse para encontrarse, callarse para escuchar

Bien es sabido que el silencio posee distintos significados y formas, grados y connotaciones a través de las épocas y situaciones.
Quien calla otorga, se dice, pero también quien calla manifiesta implícitamente su molestia porque es mejor ser rey de tu silencio que prisionero de tus palabras, así como quien calla a palabras necias.

Existen, por otra parte, silencios rotundos y apabullantes como la soledad o la muerte.
Pero, ¿Qué momento dejamos para callar?

El silencio nos ayuda a poner freno al tiempo que nos permite identificar lo que nos sucede internamente, en lugar de estar constantemente prisionero de estímulos externos.
Se puede callar por innumerables razones: respeto, expectación, ignorancia, desdén, vergüenza, sabiduría, sumisión, rebelión, miedo, mentira o amor.
En el mundo de hoy, en este vórtice de las comunicaciones que giran en torno a la inmediatez y cuya finalidad es comunicarnos con mayor alcance apelando a la mayor cantidad de personas posibles, el silencio es un bien preciado, un síntoma de algo mucho más profundo. Callar hoy en día es motivo de preocupación.

¿Tememos hoy más que antes a guardar silencio?

La respuesta es tan compleja como enigmática, pues la forma en la cual callamos es tanto o más importante que lo que se dice y/o manifiesta. La forma de callar es otro tipo de expresión.
La máxima del lenguaje nos enseña que es simplemente imposible dejar de comunicar, ya que hasta cuando guardamos silencio estamos exteriorizando información. Bien es sabido que en ciertas culturas el silencio es un método para alcanzar la paz interior.

La presión social nos aterra en su vorágine, nos insta a hablar, pero jamás se nos promueve en dicha comunicación a utilizar las palabras con valor edificante. Se cree a menudo que uno gusta más a los demás en función de qué tan locuaz o inmersivo seamos en comunidad. Hablar de tal o cual tema automáticamente te confiere como un experimentado que te brinda estatus sin importar lo que digas. Pero quien no sabe callar tampoco sabe hablar. Callar siempre será parte de tu estrategia de comunicación.

El comentario primero antes de la reflexión. Las palabras no deberían contarse una a una, sino más bien pesarse en relación al grado de domino y veracidad que hay en ellas. ¿Pero, en el fondo no es tan importante la forma? ¿O es que nos hemos ido perdiendo en una ilusión que solo da reductos aparentes de certeza? El simplismo no es sinónimo de expresarse de manera simple y efectiva.

La verborrea mata por impertinencia, de la misma manera en que mucha agua ahoga una planta. En ocasiones, el exceso de parloteo ahoga nuestros argumentos.

El silencio ordena y hoy más que nunca está en pie este pensamiento. Decir lo que se cree es algo invaluable, no sólo como un motivo de libertad, sino es necesario, además, siempre y cuando existan razones para hacerlo y no por razones vanas o perecederas, por falta de motivación o articulación, sino precedentes de aspectos claros y serios; pero, sobre todo, sinceros. Equivocarse nunca estará mal si la razón es bien confiada.

Manifestarse es hablar queriendo concordar pensamiento y sentimiento.

Existen momentos en los que callar trabando el diálogo representa la muerte. Por ejemplo, en una relación sentimental. Las relaciones interpersonales se fortalecen mediante la constancia y en el caso de una pareja no ocurre distinto. Para esto último, la comunicación debe ser ese primer acto que funcione como obertura y cierre de una actividad que se confecciona en conjunto. En una pareja la comunicación posibilita el conocimiento mutuo, ya que potencia la consolidación del vínculo. Pone de manifiesto las razones de ese sentimiento. Por otro lado, en ciertas circunstancias, el silencio es muerte con otro nombre, ya que cuando una pareja se ignora deliberadamente sin la capacidad de flexibilizar disposiciones pretendiendo acordar, los integrantes irremediablemente terminarán por apartarse porque vendrá el desconocimiento, aquello que bien se conoce como “extrañamiento”

Cada vez que callamos para recomponernos sirve para dar el siguiente paso porque el silencio opera como un bálsamo para nuestras ideas. Si nos diéramos más tiempo a cultivar el silencio no sería extraño acertar con mayor frecuencia, puesto que el ímpetu nos empuja muchas veces a un precipicio que no notamos hasta el punto de desbarrancarnos.

Funciona como un bálsamo. Si diéramos más tiempo a cultivar el silencio no es de extrañar que acertaríamos con mayor frecuencia en muchas decisiones. Soy un convencido de esto. La única vez que callamos y dejamos operar las ideas representados en símbolos y sentimientos es cuando dormimos. El sueño es un estado con el cual reponemos fuerzas físicas y mentales en donde con plena autenticidad sale a flote lo que somos. Cuando soñamos dejamos de estar alerta a estímulos externos y nos concentramos en nuestra subjetividad. Somos más que nunca nosotros mismos despojándonos de la coraza que implica estar irremediablemente sometidos al juicio público. En los sueños nos revelamos a nosotros mismos, nuestro interior emerge como telúrico sonido.

Callar en soledad eleva la mente... y el espíritu

El silencio es la primera piedra del templo de la sabiduría.
Pitágoras
(569 AC. -475 AC.) Matemático y filósofo griego

Callar es sabio porque en mucha medida el silencio está más cerca de la verdad que nuestras palabras.
En la capacidad de comunicarnos se origina la potencialidad de faltar a la verdad, por las razones que sean. Nos gastamos en las palabras, dejando de hablar proviene la meditación. La meditación y la oración tienen cabida en el silencio por ser actos solemnes que apelan al virtuosismo desde lo más íntimo que somos. Si el alma recibe en silencio, ésta dará en actividad. La lucidez y el camino a las cosas cruciales ineludiblemente deben pasar por el tamiz del silencio.

La meditación nos brinda enfoque y perspectiva para afrontar la cotidianidad, nos da la posibilidad de ser testigos de una historia en formación: la nuestra.

Carece de sentido hablar sin motivo ni función. Callar ayuda a entender que existen silencios que lo dicen todo y palabras que no dicen nada. Los planes se hacen en silencio, se urden en la mente y se bosquejan en la calma para luego practicarlos, materializarlos. En la noche construimos los sueños del día.
“Nunca rompas el silencio si no es para mejorarlo”, le escucharon decir alguna vez a Ludwig van Beethoven. A veces es necesario guardar silencio para ser escuchado y escuchar al resto. No es posible entender al otro si no le das su lugar. Eso comienza con callar. Que jamás así se nos olvide entender que para entendernos a nosotros mismos es necesario entender lo que está fuera. No se puede contemplar sin callar.

Observa la naturaleza que produce incansable y sin ruido. No oímos crecer a la planta, pero esta crece hasta volverse un árbol. Un bosque completo puede crecer sin pausa y en silencio. Todo sin prisa y en perfecto equilibrio como una sonata escrita para escucharse a lo lejos.

Evalúa las circunstancias y acepta el mutismo
 
El camino a todas las grandes cosas pasa por el silencio.
Friedrich Nietzsche
(1844-1900) Filósofo y filólogo alemán
 
El silencio es el sol que madura los frutos del alma.
Friedrich Nietzsche
(1844-1900) Filósofo y filólogo alemán

 

Retírate con tal de rearmarte de la misma forma en la que un ejército sale del campo de batalla y reorganiza sus tropas. La visión debe ser reformulada si la estrategia no está dando frutos. Cada pájaro canta de distinta manera y a distintas horas, pero todos guardan silencio en algún momento. Por ejemplo, la música se hace no sólo de milimétricas tonalidades, figuras y texturas sino, también, de silencios.
Es, el silencio, aquel refugio y baluarte cuyo nido atiende y custodia nuestros pensamientos y emociones lo que debemos cuidar celosamente por medio del silencio no dando trecho a que el ruido disipe nuestras energías más profundas.

Con el paso del tiempo comenzamos a entender que crecer es comprender que hay momentos en la vida en los que el silencio es la mejor respuesta.

Si no estás callando, es momento de comenzar a hacerlo… y más seguido
 
Las abejas sólo trabajan en la oscuridad; el pensamiento sólo trabaja en el silencio; y la virtud, en el secreto.
Maurice Maeterlinck
(1862-1949) Dramaturgo y ensayista belga

 

Cuando no tengas qué decir mejor no digas nada. Esto no es negociable.
Callar sirve cuando deseamos limpiarnos, callar nos ayuda a reflexionar y contemplar lo que somos, como aquello que no queremos ser (sobre todo cuando callamos y reflexionamos luego de un arrebato o impulso)

Estar en silencio acorta esa brecha, la muerte se hace más lejana, la pausa acalla el llamado. Alarga las horas y minutos. Los planes se hacen en silencio, se urden en la mente, así es como luego en la práctica se materializan. En la noche construimos los sueños del día.

Te invito a reflexionar en torno a este pensamiento y darte a lo menos una hora para no decir nada a nadie. Para mantener una conversación sólo contigo Te invito a ejecuta. Regálate 1 hora en silencio. Quizá de regreso a casa. Reármate, planéate y sueña despierto, quizá esa sea como los niños la mejor manera de burlar el paso del tiempo. La vida es momentánea, aprendamos a vivir la vida como si fueran horas.

Seamos esa planta que con las palabras justas y el criterio maduro se convierte en árbol.

Regalémonos, al menos, la ilusión del silencio en un mundo contaminado de ruido y, posiblemente, sin pensarlo ni quererlo, en la quietud de nuestra trinchera logremos maravillosamente escuchar algo tan fuerte y claro que nos remeza hasta los cimientos. 

Escribe un Comentario

Recent Posts