No es fácil hablar de esto. Pero hay que hacerlo.

Porque tú, que estás leyendo, seguramente también tuviste uno.
Uno que con su sola presencia te quitaba el aire.
Uno que logró que odiaras una materia que antes te gustaba.
Uno que te hacía sentir menos, torpe, invisible o estorboso.
Uno que olvidó que eras un niño.
Hay profesores que enseñan desde el amor. Y hay otros… que solo sobreviven al aula.
Y en esa supervivencia, arrastran consigo a todos los demás.
Las heridas que no aparecen en el certificado de notas
Tenías miedo de participar porque cada error podía costarte una burla. Te llamaban por tu apellido si es que lo sabía, o peor: por un apodo que te humillaba. Estabas en la pizarra y tus manos temblaban, pero nadie parecía notarlo.
La profesora sonreía con sorna. El resto se reía con ella… pero de ti.
Y así, clase tras clase, se fue gestando algo más profundo que una mala experiencia escolar: Una herida que se confundía con tu identidad. “Soy malo para esto”, pensaste. “Esto no es lo mío”, dijiste.
Pero en realidad, lo que te dolía no era la materia. Era la forma.

A pesar de todo… sobreviviste
Y eso es importante decirlo.
Sobreviviste a esa experiencia.
Te reconstruiste.
Te repetiste en silencio: yo no soy lo que esa profesora dijo de mí.
Yo no soy ese error frente a la pizarra. Yo no soy esa burla que me marcó por años.
Quizás sigas cargando algo de eso, pero sigues aquí. Y hoy, más que nunca, sabes que educar es otra cosa.
Un llamado al reencuentro interior
Este texto no es solo para sanar el pasado.
Es para recordarte que no estás solo. Que esa experiencia, aunque dolorosa, no define tu futuro.
Y también —si alguna vez decides pararte frente a un aula— es para que sepas exactamente el tipo de profesor que no quieres ser. Muchos de los mejores docentes de hoy, alguna vez fueron estudiantes rotos.
Y su promesa más íntima fue esta: Nunca haré sentir a otro como un día me hicieron sentir a mí.
Porque la verdadera educación no humilla. No encasilla. No lastima.
La verdadera educación te mira y te dice: “Eres más grande de lo que tú mismo crees”.